La UE no implantará el certificado verde digital más allá de los viajes
Hosteltur. El uso del documento ha abierto un debate en EEUU aunque la UE parece tenerlo ya claro.
La Unión Europea ha optado finalmente por llamar a su pasaporte de vacunación “certificado verde digital” por motivos muy claros: no ha de ser una herramienta discriminatoria que otorgue o recorte derechos, sino que sirva para facilitar la movilidad internacional, exclusivamente. Así, no se prevé ampliar el uso del certificado, que entrará en vigor en junio, al ámbito del día a día ni a las relaciones laborales. En EEUU el pasaporte no será “oficial”, puesto que la Administración no tendrá un documento federal, sino que dejará que sea la iniciativa privada quien cree sus propios pasaportes.
El debate ético generado en torno a la creación del llamado, en principio, “pasaporte de vacunación”, y del que nos hacíamos eco en este artículo Pasaporte sanitario, dudas éticas, vacunas y soberanía: hacia dónde vamos, ha dado paso en Europa a una solución intermedia, que no está pensada para otorgar ni recortar derechos a los ciudadanos, ni siquiera el de viajar, y que en principio limitará su aplicación a la movilidad internacional, sin ir más allá.
Según ha confirmado a HOSTELTUR Manuel Muñiz, secretario de Estado de la España Global, en una entrevista, la Unión Europea ha optado por un documento llamado “certificado verde digital” precisamente para evitar cualquier discriminación entre las personas que dispongan de él y las que no.
El certificado contendrá información de tres cuestiones, además de la identificación de la persona: vacuna del titular, qué vacuna, qué fecha, si se ha completado la pauta completa o no, es decir, una o dos dosis; si la persona ha superado la enfermedad en un plazo reciente y por tanto tiene una inmunidad adquirida, y, tercero, si se ha hecho algún tipo de prueba diagnóstica de infección activa de la enfermedad, una PCR o una prueba de antígenos.
Viajar sin certificado verde digital
Quien no cuente con este certificado podrá viajar igualmente, “pero va a tener que atender a otros requisitos sanitarios de los que se exime a aquellos que sean portadores del certificado. Probablemente se tendrá que hacer pruebas diagnósticas o cumplir con otros requisitos. Es un tema terminológico, pero es importante porque se ha intentado construir una herramienta que no sea discriminatoria”.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha mostrado en repetidas ocasiones contraria al uso de un pasaporte para permitir viajes (vea: La OMS, en contra de los pasaportes de vacunas para cualquier viaje). Considera que no se debería exigir a las personas que demuestren que han sido vacunadas contra la COVID-19 para viajar y ha advertido que los pasaportes de vacunas aislarían a los países más pobres, en los que el proceso de vacunación no solo va con mayor retraso, sino que algunos ni siquiera tendrán acceso a las vacunas, lo que pone en riesgo la inmunización global y propicia la aparición de nuevas variantes del coronavirus como hace días alertó el Fondo Monetario Internacional (vea: El ritmo desigual de vacunación por países arriesga la inmunidad global).
El director del programa de emergencias de salud pública de la OMS, Mike Ryan, ha dicho que, si bien era vital registrar que una persona había sido vacunada, “utilizar esa información para permitir o prohibir que una persona participe en la vida cotidiana plantea problemas éticos complejos”.
Evitar problemas éticos y legales
Precisamente eso es lo que la UE ha querido evitar con su certificado, porque si la vacuna no es obligatoria, los ciudadanos que no se vacunen no pueden ser discriminados respecto a los que sí. Igualmente, los ciudadanos que no hayan podido vacunarse no por decisión propia, sino por condicionantes del proceso de vacunación, tampoco pueden ser discriminados.
Explica así Manuel Muñiz los puntos sobre los que ha trabajado la UE para que su certificado verde no sea discriminatorio:
– La vacuna ha de ser gratuita, pública y universal
– El certificado no ha de ser necesario y obligatorio para viajar, sino complementario
– El certificado ha de ser gratuito y ha de ser expedido por las autoridades públicas
– Una vez haya pasado la emergencia sanitaria, el certificado debe dejar de operar porque ya no va a estar justificado
– Circunscribir su utilidad en principio al ámbito de la movilidad internacional, que no se pueda exigir, por ejemplo, en el entorno laboral
La solución de EEUU
Precisamente en EEUU ha surgido también el debate sobre en qué ámbitos puede ser exigido un “pasaporte de vacunación”. Allí la Casa Blanca ha decidido no crear una base de datos de ámbito federal sobre vacunaciones, ni un documento oficial que diga quién ha sido vacunado. Tras la polémica con varios estados, como Florida, la Administración Biden ha decidido dejar de lado sus planes y no crear ningún documento federal, y en cambio, abrir la puerta para que las empresas que quieran puedan tener su “pasaporte de vacunación”, como contamos en EEUU no tendrá un pasaporte de vacunación federal ni apoyará uno privado.
Uso limitado a los viajes internacionales en emergencia sanitaria
En la Unión Europea, de momento, el certificado verde digital no está pensado para eventos u otro tipo de actividades del día a día. Según explica Manuel Muñiz, “el instrumento no está diseñado para eso, está diseñado para facilitar la movilidad internacional. Entiendo que las actividades que se realicen en un territorio determinado, si hay conciertos o si se abren los espacios culturales, las terrazas o los restaurantes en determinados aforos, va a estar condicionado por el nivel de incidencia acumulada en ese territorio”, pero no a un documento que acredite quién está o no está vacunado.
Por lo tanto, su uso queda limitado a los viajes internacionales, para facilitar la movilidad, pero en ningún caso será utilizado el certificado verde digital para prohibir o no la entrada de los viajeros a los países de la Unión. E igualmente, queda limitado en el tiempo: mientras dure la emergencia sanitaria.
El documento ideado por la UE responde a las preguntas que planteábamos en este artículo, a las dudas éticas y legales que despertaba el pasaporte y evita un escenario de biopolítica donde la salud se convierta en un elemento de control del individuo, como temían algunos expertos.