Medio millón de bajas al mes: así lastran los fijos discontinuos la lucha contra la precariedad
La Vanguardia. España sigue liderando la rotación laboral en la Unión Europea. Los fijos discontinuos que pasan a la inactividad se disparan un 456% desde la reforma. Ocho gráficos (y otros tantos agujeros del empleo) que muestran que la reforma laboral no da para más
El balance del tercer aniversario de la reforma laboral no puede pasar por alto el descenso en la temporalidad del empleo en España. Algo que no solo se mide en el número de trabajadores con un contrato eventual, sino en la estabilidad efectiva de esos asalariados, es decir, el tiempo que se mantienen en el mismo puesto. Una variable que ilustra la relación entre la precariedad laboral y la elevada dependencia de las empresas españolas de los empleos de muy corta duración. Pero la mejoría en esta métrica ha sido menor de lo esperado.
Los datos de 2024 arrojan un descenso del 41% de las bajas de afiliación a la Seguridad Social por caducidad de estos contratos respecto a la situación previa a la reforma laboral. Sin embargo, esta caída se ve contrarrestada por un incremento del 456% en las bajas de fijos discontinuos que dejan de cotizar y se vuelven inactivos porque su tarea ha concluido, aunque el contrato no se extinga. Las últimas cifras revelan más de medio millón de bajas al mes por este pase a la inactividad.
La temporalidad del empleo en España es un fenómeno con características propias y que no responde estrictamente al tipo de contrato, sino a la estructura del modelo productivo, con un elevado peso de la hostelería y el comercio (aunque también influyen otros, como la educación), que se caracterizan por picos de actividad muy volátiles y con marcado carácter estacional.
Esta explica una de las paradojas más sorprendentes del mercado laboral posterior a la reforma laboral: aunque la tasa de temporalidad (en porcentaje de ocupados con contrato temporal) ha registrado un importante retroceso, en paralelo a un repunte sin precedentes del empleo indefinido, la rotación laboral (que se puede expresar como salidas del empleo cada trimestre) sigue estando a la cabeza de la UE.
Un 5,3% de los ocupados dejó su anterior trabajo en el último trimestre, una tasa que se ha reducido en cerca de dos puntos con el cambio legal, pero sigue doblando la media europea y supera incluso a economías como la de Países Bajos, que hoy lidera el volumen de empleo temporal entre los Veintisiete. La única explicación es que los empleos, con independencia de su tipo de contrato, son mucho más inestables en nuestro país.
Y aunque esto no eleve el paro, porque las salidas se vean contrarrestadas por una rotación igual de elevada de los que entran, sigue siendo un problema que la nueva ley ha reducido, pero no corregido. Esta precariedad no es solo un problema para los trabajadores, también lo es en términos macroeconómico, porque explica que la vulnerabilidad de nuestro mercado laboral a las crisis económicas sea mayor que el resto.
Un retroceso insuficiente de la temporalidad
Según los datos más recientes de la Tesorería General de la Seguridad Social, hasta octubre de 2024 se habían registrado 19,05 millones de abajas de afiliación (2,01 millones solo en octubre), de las que 8,11 millones, el 42,6%, se explica por la caducidad de un contrato temporal. De ellas, 838.810 se produjeron solo en octubre.
Si comparamos las cifras acumuladas con las de los diez primeros meses de 2019 (último periodo previo a la norma sin el efecto de la pandemia) tenemos un retroceso del 4% en el total de bajas y del 41% en las debidas a contratos temporales, que entonces suponían el 69,2% del total: 26,6 puntos porcentuales más que hoy.
¿Por qué, pese al descenso de las motivadas por los empleos eventuales que terminan, el total de bajas no desciende con la misma intensidad? Hay varias explicaciones, como el repunte de dimisiones, despidos y bajas por no superar el periodo de prueba, que afectan a los nuevos contratos indefinidos tras la reforma. Pero el factor, con diferencia, que más influye son los fijos discontinuos que pasan a la inactividad.
Hablamos de contratos indefinidos pero ligados a actividades eventuales y de carácter recurrente. Cuando estas se interrumpen, el contrato no se extingue, pero el asalariado deja de trabajar y cobrar un salario, con lo que tampoco cotiza. Las bajas de afiliación por esta causa concreta se han disparado un 456% respecto a 2019 hasta alcanzar las 3,99 millones acumuladas en los diez primeros meses del año. Solo en octubre llegaron a las 509.428.
El pase a la inactividad se convierte en la segunda causa de baja de afiliación, solo superada por la caducidad de los temporales y muy por encima de cualquier otra causa de extinción de un empleo (despidos, dimisiones y periodo de prueba). Suponen el 20,9% del total, cuando hace cinco años apenas llegaban al 3,5%. Lo cual no deja de resultar llamativo cuando los asalariados con contrato fijo discontinuo apenas suponen el 5% del total, y muestra que su precariedad se ha disparado.
De esta forma, si en 2019 las bajas de afiliación ligadas a actividades eventuales (la suma de temporales y fijos discontinuos) llegaba al 72,7%, con 14,2 millones (1,6 millones solo en octubre) en 2024 llegan al 63,5% con 12,2 millones (1,3 millones en octubre)). Una mejoría de 9,2 puntos porcentuales, mucho más modesta que los 26,6 puntos que obtendríamos si solo contáramos los temporales.
Un récord de volatilidad fijo discontinua
Se puede objetar que el repunte de bajas se debe a que hay más trabajadores de este tipo. Pero esta posible distorsión se contrarresta si cotejamos el porcentaje de bajas de afiliación sobre el total de asalariados. Este ‘índice de volatilidad’ arroja un resultado todavía más sorprendente: la volatilidad de los fijos discontinuos supera ya a la de los temporales. Con lo cual se aprecia que lo que el repunte de bajas no se debe solo que haya más fijos discontinuos, es que sus empleos son más inestables.
¿Por qué se produce esto? La reforma laboral impulsó su uso como alternativa a los temporales, y ello implica usarlo en actividades en las que el requisito de que la actividad sea recurrente es más difícil de justificar, como las ETTs que los utilizan para ponerlo a disposición de sus clientes. Antes, se ligaban a actividades estacionales, como la hostelería turística que, aunque eran temporales, tenían los ciclos más tasados.
Por otro lado, muchas empresas han visto ventajas en estos contratos incluso sobre los temporales. La caducidad de un contrato temporal conlleva una indemnización de 12 días por año, que, aunque es mucho menor que la de un despido sigue superando con creces el coste de la inactividad de un fijo discontinuos, que es cero. Además, si el trabajador no se presenta al llamamiento, puede considerarse como una baja voluntaria (dimisión), que permite extinguir el contrato sin obligar a pagar compensación alguna.
Esto ha despertado las alarmas en los analistas del mercado laboral, que temen un abuso de esta figura. De hecho, el propio ministerio de Trabajo ha lanzado a la Inspección a investigar esta figura, con espiral foco en su uso por parte de las empresas de trabajo temporal. Pero por ahora, los datos no muestran que en 2024 se haya logrado revertir la situación para evitar este lastre a la calidad del empleo.