Esperando al inglés | Federació Hostaleria i Turisme de les Comarques de Girona

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Esperando al inglés

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Hosteltur. El revés del semáforo británico pone en jaque el inicio de la temporada de muchos destinos españoles. España sigue en ámbar para los británicos, lo cual quiere decir que serán pocos los que se atrevan a viajar a España o a cualquier otro territorio ámbar para evitar una cuarentena de 10 días de regreso al Reino Unido. Baleares y Canarias siguen en ámbar. Hasta Malta y Chipre, con unas cifras envidiables de vacunación e incidencia acumulada, siguen en ámbar. Y ahora, además, hasta Portugal está en ámbar y sufriendo las consecuencias. El jueves, la sentencia del semáforo inglés sonó como la guillotina cayendo sobre el cuello de los destinos que dependen en gran parte del mercado británico. No habrá inicio de la temporada para ellos, con suerte, hasta finales de junio: la próxima revisión del semáforo será el día 24 y Jet2 ya ha anunciado que se queda hibernando hasta el 1 de julio.

Así es como nos sentimos todos el jueves cuando el Reino Unido anunció oficialmente que ni España, ni Canarias, ni Baleares…

Imagino, por lo leído, que también en el Reino Unido muchos ansiosos viajeros se quedaron igual, y lo mismo el sector turístico de ese país, que también ve frustradas las esperanzas de normalizar mínimamente los viajes internacionales, retomados apenas el 17 de mayo (vea: Así queda el semáforo COVID: “Inglaterra está perdiendo amigos rápidamente”).

¿Suena alguna alarma?

Pero al margen de todo esto, de lo que ya hemos hablado y seguiremos hablando, creo que todo lo que está pasando con el mercado británico por segundo verano consecutivo, no lo olvidemos, debería de encender las alarmas de los destinos que claramente dependen de forma excesiva de él. Y en general, del país, que tiene en el turismo un gran mostrador, una gran entrada de dinero y el medio de supervivencia más generalizado.

En una crisis cualquiera, y en esta crisis especialmente, el reinicio del turismo tras una larga pausa obligada, el inicio de una temporada turística crucial, no puede estar en jaque porque un solo país ponga a España en color ámbar.

No es algo nuevo, llevamos tiempo hablando y oyendo hablar sobre lo malo que es el monocultivo de un mercado turístico y esa excesiva dependencia. En todas las crisis se habla de ello, pero luego difícilmente se cambia nada

A la hora de la verdad imagino que nos puede la urgencia de la cuenta de resultados y también el hecho de que un mercado como el británico es muy cómodo y, en gran medida, seguro, a pesar de la inseguridad global. Permite no arriesgar.

Tampoco es ningún descubrimiento que el modelo de sol y playa depende en España de volumen de turistas. Y ese volumen lo da un mercado como el británico, que además sigue fiel a sus destinos favoritos y a viajar con paquete y turoperador. Estoy escribiendo esto y me parece que hablo de algo muy antiguo… casi desfasado.

¿Cómo captaremos al nuevo turista británico?

No, no está desfasado en realidad para mercados como el británico, pero no puedo evitar pensar que sí lo estará en unos pocos años. No me refiero al trabajo de los intermediarios, porque si algo ha quedado claro es que los intermediarios seguirán siendo necesarios, pero quizá sí al modelo de intermediación. ¿Cómo nos estamos preparando para cuando la demanda cambie de gustos, hábitos y prioridades? Como destinos y como empresas que tendrán que dar servicios al nuevo turista británico, ¿cómo vamos a captarle, atraerle, fidelizarle?

A estas alturas el debate sobre el cambio de modelo me parece inútil y hasta fuera de lugar. Lo que sí es importante es ver cómo mejoramos ese modelo, para que mercado británico no signifique turismo masificado, precios bajos y calidad manifiestamente mejorable.

Y cómo podemos darle al adjetivo “masivo” un plus que no esté reñido necesariamente con la calidad, puesto que queda claro que los británicos no tienen problema, de momento, en viajar en grupos, alojarse donde se alojan sus compatriotas y comer y beber lo que comen y beben en casa. ¿Pero esto seguirá siendo así en los próximos 10 años? Por suerte, todos sabemos que algo de eso sí está cambiando… entonces, ¿por qué no adelantarnos a ese cambio? ¿Podemos darle al turismo masivo un plus de calidad?

¿Ambición o comodidad?

La pandemia ha abierto nuevos mercados, como la Europa del Este. Pero no se trata de sustituir al inglés por el polaco… ahí nos estaremos equivocando de nuevo. Y hay mercados muy apetecibles con los que soñamos en un momento dado, pero que dejamos olvidados cuando los mercados de toda la vida huyeron del norte de África a raíz de la primavera árabe, ¿os acordáis? La ambición por captar mercados asiáticos y norteamericanos, incluso latinoamericanos, quedó sepultada bajo el alivio de la vuelta de los británicos… Y de nuevo pusimos en marcha la rueda de siempre.

¿Qué tiene que pasar para que rompamos esa rueda o aprendamos a moverla en otra dirección? ¿No habrá sido suficiente una pandemia y tantos meses de cierre global? Me resisto a pensar que toda la sustancia gris, toda la inteligencia y el talento que hay en el sector turístico no conseguirán cambiar el rumbo de esa rueda.

Pienso ahora en los fondos europeos que vendrán… ¿A qué podemos dedicarlos, en el sector, que sea mejor que eso, precisamente: seguir haciendo lo que mejor se nos da pero con nuevos objetivos, ambición y ganas de renovación? Escuchando al nuevo viajero, al nuevo consumidor, al nuevo ciudadano… ¿Creemos realmente que algo está cambiando? Porque si es así, hace falta renovar.

Renovar todo: destinos, promoción, oferta, mercados objetivos, motivaciones… todo lo que puede funcionar mejor o debemos adaptar a los nuevos tiempos. Dicen que los viajes pospandemia ya no volverán a ser como eran antes de 2020. Es posible que de verdad muchas cosas hayan cambiado en los deseos y las expectativas de los viajeros.

¿Por qué no ponemos a trabajar toda la inteligencia de este sector en prever los cambios y aplicarlos a nuestra oferta?

Mirando hoy la desolación que ha producido la decisión del Gobierno británico, pienso que no es justo. No es justo que tantas cosas dependan de la decisión de un solo país. Ni es justo ni es inteligente, desde luego.

Tenemos todo lo que cualquier país podría desear: buen clima, playa, comida, cultura, patrimonio, salero, paisaje, naturaleza, alegría de vivir y además, conocimiento, experiencia, capacidad, talento… ¿De verdad vamos a seguir consintiendo que la supervivencia de tantos destinos españoles dependa de los caprichos o la conveniencia, justificados o no, razonables o no, comprensibles o no, de un único país?